Editorial:
SEASPIRACY, BUSCANDO LA VERDAD
En la plataforma televisiva de Netflix, una de las más recientes producciones ha sido el documental titulado Seaspiracy, dirigido por el cineasta Ali Tabrizi. Como amantes de la naturaleza y dado el carácter netamente acuático de nuestra pasión, la acuicultura, es ineludible la necesidad de apreciar una película destinada al mar y nos dispusimos a verla. A continuación, les traemos un extracto de nuestras impresiones sobre la misma.
Los primeros minutos nos llevan a una inmediata conexión con el director. Su pasión por el mar, la vida marina, la ecología y el deseo de contribuir con el bien común son valores que compartimos plenamente. Más esa conexión duró poco. A medida que abordaba temas complejos, notamos como se hacía un manejo distorsionado, incluso casi superficial, de temas muy trascendentes. De seguido revisaremos la narrativa de esta producción cinematográfica más en detalle.
Las denuncias sobre la exagerada contaminación de basura en ambientes oceánicos, la abundancia de microplásticos, la matanza de cetáceos (ballenas y delfines), la pesca indiscriminada de elasmobranquios (tiburones y rayas) son temas ambientales legí t imos , los cuales nos causan gran preocupación a los amantes de la naturaleza, aunque deberían inquietarnos a todos por sus mayúsculas implicaciones ecológicas. Hasta este punto, estamos perfectamente identificados con el espíritu de esta producción cinematográfica.
Sin embargo, al estudiar las causas de estos temas no siempre se acierta. Y la solución a tales problemas no puede ser simplemente prohibir la pesca, como claramente se indica. Muchas
práct icas pesqueras requieren ser más reguladas, o simplemente prohibidas, pero la pesca es una actividad fundamental para el ser humano, con profundas impl icaciones culturales, sociales y económicas que no pueden borrarse de un plumazo.
Se afirma que los recursos pesqueros objeto de pesca industrial se agotarán para el año 2048. Muchas pesquerías están realmente explotadas al máximo, lo cual no significa que no puedan seguir proveyendo recursos de manera significativa, regular e indefinida. Con estrategias de ordenamiento pesquero se puede alcanzar un aprovechamiento sustentable de dichos elementos, claro que requiere mucho trabajo lograrlo. Ciertamente, muchos gobiernos no están bien preparados para abordar el tema, pero ese debe ser el reto. Aunque se pone en tela de juicio el etiquetado de sostenibilidad de muchas actividades pesqueras, la corrupción o los conflictos de intereses de algunas certificadoras (de haberla, cosa que no está probada) no pueden tomarse como pruebas de que este principio no es factible. De hecho, hay ejemplos de pesquerías que son manejadas de manera sostenible en diversas partes del globo, calificadas así por instituciones académicas respetables, sin partir de la certificación de agencias que pudieran ser subjetivas.
Ciertamente, algunas pesquerías han hecho un manejo irresponsable de los recursos, ilustrando perfectamente el paradigma de “la tragedia de los comunes” y pudieran conducir a la extinción de las especies involucradas, si no se modifica la estrategia. Pero también es cierto que hay mecanismos de ordenamiento pesquero, como la asignación de cuotas individuales negociables, que generan suficiente confianza a la sostenibilidad de una pesquería, habiendo sido aplicados en diversas oportunidades con éxito. Esto no lo estamos leyendo en panfletos, sino en revistas tan serias y prestigiosas como Nature.
Se soporta también la afirmación en que las actividades pesqueras no han podido satisfacer los crecientes requerimientos de productos pesqueros. Dada las tasas de crecimiento demográfico, ciertamente las pesquerías no podrán cumplir este rol. Pero la producción de recursos hidrobiológicos no se ha detenido, sigue en franco crecimiento, a pesar de que las capturas tienen más de 2 décadas de haber alcanzado un tope. Ahí es precisamente donde la acuicultura se convierte en la opción real de suministro creciente de productos acuícolas y, consecuentemente, en un bastión de la seguridad alimentaria. La participación acuícola en el total de productos pesqueros ha venido creciendo sostenidamente y en 2018 alcanzó un hito histórico, llegando al 50% de las 179 millones de toneladas producidas. Y ha seguido su ritmo ascendente. No obstante, a nuestra disciplina se le ataca muy injustamente, particularmente a través de la salmonicultura y la camaronicultura.
El cultivo de salmónidos es mostrado como una actividad donde los peces son maltratados, con excesiva crueldad. Toda actividad zootécnica tiene un riesgo implícito sobre los organismos criados. Nuevamente, lleva a concluir que no podemos consumir ningún producto animal (ahí se dirigen, en última instancia). Obvian que los salmonicultores han sido pioneros en la implementación de conceptos de bienestar animal y sus prácticas se ajustan constantemente para minimizar los riesgos siempre presentes, logrando avances
impresionantes en control de parásitos y mejoramiento de calidad de agua. Justamente, ese fue el tema de uno de nuestros últimos webinars, ofrecido por el Dr. Carlos García de Leaniz (Swansea University, Gran Bretaña).
No partimos de asumir que no hay problemas derivados de la salmonicultura y la acuicultura toda, obviamente los hay. Simplemente que el sector no ha sido opaco en tal sentido; mostrando más bien gran interés en superar tales pasivos y teniendo resultados concretos que mostrar. Se indica como alarmante que se pierda la mitad de la población del huevo al plato, cuando es un tremendo logro, partiendo de los estándares naturales donde menos del 1% alcanza la talla comercial. También causa alarma que se usen pigmentos en los alimentos para mejorar la apariencia de la carne, siendo productos naturales que más allá de brindar una mejor experiencia a los sentidos del consumidor, son sustancias con propiedades bioactivas que nos ayudan en numerosos procesos metabólicos, como el potenciamiento del sistema inmune. Mucho énfasis se pone en el tópico de los ingredientes alimenticios, presentando datos exagerados, mostrando la actividad como una pesca encubierta. Aunque es innegable la dependencia parcial de la industria de alimentos para animales acuáticos de productos derivados de la pesca (aceite y harina de pescado), no menos cierto es que esa dependencia ha venido reduciéndose. El sector lo definió como un tema prioritario y se trabaja arduamente en desarrollar opciones sustitutivas y en mediano plazo debe quedar en el pasado.
De manera muy amarillista y falsa, se cataloga a la producción de camaronicultura como camarones de sangre. Con una muy deficiente argumentación, se afirma que la producción de camarón en Tailandia se soporta en prácticas esclavistas. De ser el caso (lo cual no nos consta y dudamos que lo sea), la estructura económica estaría más relacionada con la cultura local que con las exigencias de la camaronicultura. En tal sentido, sería más coherente vetar todo lo proveniente de dicho país asiático (lo cual también sería un exabrupto y no lo apoyamos) que limitar la producción acuícola. La camaronicultura se practica en no menos de veinte países tropicales, y actualmente está incursionando en países subtropicales y templados, y en la gran mayoría de los casos, su impacto social es muy positivo por llevar ingresos a familias en áreas rurales empobrecidas, con muy pocas alternativas económicas. También se estigmatiza la actividad vinculándola a la desforestación de bosques de manglar. Ciertamente hubo un momento inicial en la historia donde importantes extensiones de manglares fueron talados para establecer camaroneras, principalmente en India y Ecuador. No obstante, dicha costumbre fue tempranamente terminada por quedar demostrado la inconveniencia de dichos suelos para los cultivos, así como por la acumulación de información sobre el rol primordial de tales bosques sobre la diversidad marina, geomorfología costera y climatología. Desde hace décadas se superó esta práctica y en el circuito, más allá de las certificaciones, hay un notorio y sincero esfuerzo por ajustarse a prácticas sustentables. En nuestro país hay claros ejemplos de lo acá indicado, existiendo empresas que, superando las iniciativas ecoamigables tradicionales, han financiado siembras de manglares.
Una contradicción notoria se deriva de la medida propuesta. Se afirma en la película que el impedimento de pesca que se impuso a pescadores somalíes generó la migración a otras actividades económicas, derivando en piratería, caza ilegal y epidemias (ébola). Y en este caso eran unos pocos miles de personas. ¿Qué cabría esperar de privar de ingresos a los más de 60 millones de familias a nivel global que derivan su sustento directamente de la pesca y actividades inherentes? ¿Cómo reemplazamos 179 millones de toneladas de alimentos?
El consumo de pescado se presenta como un tema negativo en cuanto a inocuidad alimentaria. Se asumen problemas de toxicidad por acumulación de contaminantes (metales pesados, organofosforados, etc.). Si bien el fenómeno de bioacumulación es un hecho científico, su efecto depende de la posición del organismo en la trama trófica, por lo cual el riesgo es variable, pero sobre todo es un tema localizado, que no se puede afirmar que hoy sea una amenaza global. Adicionalmente, este es un problema en algunos circuitos, principalmente pesqueros, pero que en la acuicultura es prácticamente despreciable por cuanto los alimentos son mayoritariamente proporcionados por el acuicultor, y criterios como inocuidad están en la palestra de los productores. Y surge la pregunta, ¿Es que acaso los productos agrícolas pueden catalogarse como libre de tóxicos? De hecho, es más frecuente el uso de productos químicos en la agricultura que en la acuicultura.
La película, que claramente no puede catalogarse como documental, le proporciona un flaco servicio a la conservación biológica, cuando generaliza sobre el deficiente trabajo que han realizado las ONG´s ambientalistas, algunas de las cuales son muy meritorias. Es importante que los esfuerzos conservacionistas se orienten apropiadamente, con criterios científicos, no movidos por prejuicios o subjetividades.
Las estrategias de obtención de información (entrevistas no autorizadas, bajo acoso, anonimato, manipulación del entrevistado y de la audiencia) no permiten dar mucho crédito a los planteamientos centrales de las denuncias. El uso de medias verdades o hechos ciertos sacados de contexto contribuyen a relacionar fenómenos erróneamente y sacar conclusiones prácticamente predefinidas, ajenas a criterios científicos o a una simple racionalidad. Todo ello lleva a poner en duda la buena intención del cineasta, llevándonos a pensar en que cuando él acusa de una supuesta agenda oculta a grupos de interés, él mismo parece estar conduciendo su propia agenda oculta. De hecho, así podría ser (ojo, es una suposición, no una afirmación), ya que Tabrizi señala que el vegetarianismo, tendencia donde él tiene intereses declarados, es la opción más válida para superar el consumo de productos pesqueros y acuícolas. Parece no tomar en cuenta que de producirse tal cambio, para producir los volúmenes de vegetales requeridos, se demandaría una cantidad de recursos (superficie cultivable, agua) difícilmente alcanzable, y, de hacerlo, no sería sin impacto ambiental y económico.
Finalmente, afirmamos que la producción cinematográfica tiene algún valor en indicar al gran público sobre temas ambientales muy vigentes sobre los que urge actuar. Pero está fuertemente sesgada al no percibir más de una única salida ética, y ciertamente no lo es el simplista acto de dejar de comer pescado. Ante los muchos problemas existentes, debemos reducir nuestra huella ecológica a todo nivel, dedicando esfuerzos a la concienciación e investigación, principalmente, y a la gestión pública, en segunda instancia, para encontrar soluciones a los problemas específicos, corregir las distorsiones, encontrar sustitutos de productos, y mejorar las prácticas, para poder seguir disfrutando nuestros productos acuícolas y pesqueros dentro de parámetros de sostenibilidad.
Eduardo Castillo
Presidente de la SVA
Referencias:
- Heal, G. & Schlenker, W. 2008. Sustainable fisheries. Nature, 455:1044-1045.