Editorial:
LA ACUICULTURA ARTESANAL
Actualmente se ve a la acuicultura como una actividad económica más de las muchas que se ejecutan por empresas con criterios organizacionales modernos. De hecho, una actividad tan importante que
puede constituirse en un sector primordial para un país, como lo es el cultivo de camarón en Ecuador, compitiendo regularmente con el banano y el petróleo como el primer rubro generador de divisas.
Pero la acuicultura también puede ser una actividad artesanal, ejecutada por núcleos sociales pequeños o familias para atender necesidades más locales. Aunque no nos resulte tan familiar este enfoque, aún se emplea en extensas regiones del planeta, mostrando una relevancia que trasciende lo meramente nutricional, para convertirse en cultural.
Desde sus orígenes , en remotas civilizaciones antiguas, la acuicultura se asoció a prácticas artesanales. Una actividad que permitía a un pequeño grupo humano asegurar su sustento, sin depender del azar de la pesca o la caza. Este enfoque es de un impacto muy local, pero de primera
importancia para cada una de esas pequeñas comunidades y, por extensión, puede tener un importante impacto demográfico.
Es muy nutrido el grupo humano que vive en ambientes costeros, lacustres o ribereños, algunos sumidos en la pobreza, sometidos a privaciones de toda naturaleza (alimentos, servicios, atención, etc.), donde no existen más alternativas válidas para el desempeño laboral. Es allí donde la acuicultura artesanal puede generar los máximos beneficios que incluyen acceso a alimento de calidad y frescura superior, estructura y organización laboral y social, e ingresos económicos, alejando flagelos nocivos como el narcotráfico y el contrabando que suelen aprovecharse de su
susceptibilidad. Asimismo, la Acuicultura Artesanal puede jugar un rol primordial en la lucha por el empoderamiento de la mujer y la igualdad de género.
Pero no toda la acuicultura artesanal se debe asociar con comunidades pobres. En España y Francia, primeros productores acuícolas de Europa, el cultivo de moluscos bivalvos se ha practicado con sistemas tradicionales desde hace décadas, basados en especies de gran aceptación comercial y a las que suele aplicarse valor añadido, lo cual permite un elevado nivel de vida para sus practicantes. Claro que actualmente son más frecuentes y notorios los emprendimientos tecnificados.
El prestigioso investigador Carlos Wurmann, en su evaluación de la acuicultura en América Latina y el Caribe, publicada en Aquatechnica (2019), propone la reconversión de los pescadores artesanales en acuicultores artesanales como una de las tendencias más deseables para la sostenibilidad.
Por todo lo anterior, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha definido este 2022 como el Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura Artesanal. A nivel global, los actos contemplados para su celebración estarán a cargo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). En su publicación de 2018, El Estado Mundial de la Pesca y la Acuicultura, la FAO señala textualmente “El Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura Artesanales tiene por objeto sensibilizar a la opinión pública y los gobiernos sobre la importancia de aprobar políticas públicas y programas específicos para promover la pesca y la acuicultura artesanales, prestando especial atención a las zonas rurales más vulnerables, obstaculizadas por deficiencias en la gobernanza y la escasa capacidad de uso de recursos sostenibles.”
Desde la Sociedad Venezolana de Acuicultura nos hacemos coro del reconocimiento y valoración de estas prácticas artesanales ancestrales y de aquellas más modernas que permitan apuntalar la seguridad alimentaria y/o económica para tan amplio segmento social, reducir la pobreza y nos ayuden a avanzar en el logro de los objetivos del desarrollo sostenible.
Eduardo Castillo
Presidente de la SVA