Editorial:
LA MALACOCULTURA
El cultivo de moluscos es una de las disciplinas acuícolas más antiguas, practicándose desde hace siglos en diversas regiones del globo. Hay referencias del cultivo de mejillones en la bahía de Vizcaya alrededor del siglo XIV, de almejas en Japón por el año 746, especies del género Helix se cultivan en
Francia desde hace dos mil años e incluso se tiene certeza de prácticas de ostricultura en la Campania romana hace 22 centurias.
Por supuesto que los métodos y especies objetivo han cambiado mucho, particularmente durante el último siglo. Han pasado de ser prácticas primitivas a ser actividades sofisticadas, donde se manejan tópicos como control de depredación, depuración, manipulación genética, bioremediación, entre muchos otros. Anteriormente estaba limitada solo a bivalvos (ostras, almejas, mejillones), pero se han producido avances notables en investigación de diversos aspectos de los ciclos vitales de gastrópodos (caracoles) e incluso octopódidos (calamares y pulpos), por lo cual puede esperarse que el cultivo comercial de estos grupos se desarrolle en corto plazo.
Las bondades de la carne de los moluscos dan sobradas razones para su consumo y eventual cultivo, dada su excelente calidad nutricional, caracterizada por un mínimo contenido de grasas (principalmente insaturadas), bajo nivel calórico y riqueza de vitaminas y minerales. Además de los aspectos culturales y gastronómicos que hacen de ellos verdaderas joyas en la cocina. Investigadores nacionales han consolidado numerosos progresos en el desarrollo de técnicas para el cultivo de diversas especies de moluscos. Por citar solo algunas, se ha ensayado el cultivo de: Arca zebra, Crassostrea spp., Euvola ziczac, Lima scabra, Nodipecten nodosus, Perna spp., Pinna carnea, Pinctada imbricata, Pteria colymba y Sepioteuthis sepioidea.
La abundancia de semillas silvestres de diversas especies de moluscos ha sido el motor del crecimiento de esos cultivos globalmente, pero cada vez toma mayor relevancia la importancia de laboratorios que las provean cuando sea requerido. En nuestro país aún existen bancos naturales que pueden servir de fuente inicial de semillas para ese arranque de la malacocultura. Particularmente, el
cultivo de mejillones (Perna spp.) es uno de los que se perfila con más perspectivas y se han hecho suficientes ensayos para dejar claro que nuestras aguas son idóneas para el engorde de estos organismos.
La mitilicultura se inició comercialmente en Venezuela a finales de los años 80 del siglo pasado, pero decayó rápidamente por algunos problemas que son perfectamente manejables con la tecnología actual.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, la tecnología de cultivo puede adaptarse a niveles de relativa simplicidad que permitirían que esta actividad fuera llevada a cabo también por pequeñas agrupaciones familiares o comunales, empoderándolos, permitiéndoles la generación de productos alimenticios y la diversificación de sus ingresos, todo en perfecta armonía con el espíritu del Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura Artesanal que justo estamos celebrando.
Desde la SVA hacemos votos por la materialización de nuevos proyectos de cultivo de moluscos, por su mantenimiento y consolidación.
Eduardo Castillo
Presidente de la SVA